Leerme de viva voz
tus gestos y tus ojos,
amparar mi palabra
en tu gélida boca:
que se conserve intacta
a través de los lapsos
silentes
del pasado.
Sueño de vez en cuando
que aún conservo tus versos
álgidos
en mis manos:
siento como si el aire
traspirara
la inercia de la piedra
regresando del limbo
al que conduce la sensatez siniestra.
Golpearme y saber
que nadie me responde;
verteré al muladar
el cadáver helado que me acompaña:
no volverá la muerte
a romper mi garganta.
©josemaría-abril 2012