Antes que el alma
fue el amor.
Y antes que el amor
la nada.
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Tanta necesidad tenía,
que amontonó la arena
-dunas de corazones y de brazos ceñidos-
antes de llegar al mar.
Al sentarse en su orilla
solo había rocas
-preguntas sin respuestas salpicadas de olvidos-
para alcanzar las olas.
¿Qué tempestad no habría de suceder?
¿Qué encanto desbordando
la claridad del día?
¿Qué paciente aguacero para borrar los llantos?
-“solo el amor
engendra la maravilla”-
Sin nada más que hacer,
descalza como estaba,
se desnudó y saltó
hacia lo deseado;
después, al sorprenderse,
-que el mar también se traga el sol y los planetas-
poco a poco fue amando,
y el amor rellenó
cicatrices de estrellas,
y más amor llevó
dunas a otras orillas,
y pudo ser el alma
porque de amor vivía.
Para mi hija Violeta en su veinticinco cumpleaños
©josemaría-enero 2007
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