Recuerdo aquella cama, tendida
a ras de suelo,
sin protección alguna
ante el temblor del miedo
y de los días,
ante la necedad
de aquellas lunas;
besos,
versos
y dudas
añadieron un armazón
versos
y dudas
añadieron un armazón
amargo
con el que sucumbimos
a las traiciones
y el tiempo, suspendido,
nos engañó;
luego fueron los cuerpos adaptándose
a ese largo silencio de la tarde;
depositaron cenizas y suspiros
esas lluvias constantes,
amnésicas,
convirtiendo los llantos
en barros de otras camas.
La soledad no olvida;
puestos los nombres
detrás de las palabras
parecen hasta cálidos,
humanos,
pero solo son piedras que
aún golpean
los esqueletos blancos
de mi memoria.
©josemaría-abril 2012
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