sábado, 17 de diciembre de 2011

miope

A veces, nos gusta sentarnos a orillas del mar con una cerveza en la mano y charlar mientras oímos el rumor de las olas, la resaca que susurra constante a las piedras de la orilla una canción antigua como el agua y el Cerro Negro que miramos. Allí, me hace poner los “ojos de miope”, la mirada perdida mas allá, en San Pedro, me dice, para ver como el Cerro se parece a una cara, a la cara del mundo será, le digo, y yo haciéndole caso dejo mis ojos glaucos, como de niño chico, y vagan por esa orilla entre ella y el mundo, y la engaño, y me pierdo en su frente y sus recuerdos. A menudo, que extraño, nos ocurre que pensamos que el otro no nos escucha y es posible que no sea así, es posible que al mirarnos con ojos de miope nos pretenda ver mejor.



Una tras otra rompen
las olas
sobre su rostro oscuro,
sobre su boca negra
de cenizas de piedra;

nada hacia el mar
la costa,
hacia el viento imposible
que penetra en sus ojos
y enlaza sus cabellos;

le ha nacido una flor
a la cara del mundo,
justo en sus labios granas
ha brotado la risa
blanca como la espuma;

y yo sentado aquí,
frente al perfil del “Cerro Negro” mudo,
intentando mover de nuevo el horizonte
hasta tus ilusiones y tus nombres,
contemplandote, amándote,

detenido en tu boca,
inventando la luz
con la que despertarme de este sutil embrujo:
cuanto quiero mirar
lo tengo ante mis ojos;

nuevamente tu voz
me captura en el tiempo,
suenan los cantos
al retirarse en tu interior el agua,

la silueta del sueño
me convierte en miope:
ya no puedo mirarte
por mirar tus palabras.


                                      para Ame


                               ©josemaría-febrero 2007

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